viernes, 8 de febrero de 2019

Este poema es del inmortal Pablo Neruda
Que también quiso a sus perros
A mi me invade la pena cuando hay oportunidades como en  las que mi perra transformaba todo ...
pero ahora ya no esta , se ha ido , y no puedo esperar jamas que las cosas pasen de nuevo
Gabo , Bruno, Iazu , Indra fueron perros hermosos , excelentes ejemplares con las virtudes esperadas de la raza doberman. Gabo fu mi perra amiga , Bruno ,su hijo   , fue mi perro admirado , Iazu fue la perra mas imponente y dueña de la fortaleza y carácter de un doberman de ley.
Indra ... fue tan especial , beallísima y simpaticona ...   se enamoraban al verla pasar , alegre , cabeza dura , empecinada , tierna como ninguna , inocente pura. Nunca mascota , aun cuando siempre alguien trato de ponerla en esa posición. Con diversos problemas de salud llego al final como todos mis perros . Solo puedo recordarla con gratitud y la esperanza de que haya sido feliz mientras estuvo con nosotros.
Mi happy dog , la perra queteputepa , crazy dog , la perra pp , la niña que siempre jugaba , Indra Putra Sumatra (he alli su nombre completo)   ya no estará mas ... que me habla de consuelo y tonterias , no se merece que la recuerde como mascota ni como persona .. era MI PERRO! y como tal yo la respete y la quise y ella a mi.
Descansa en MAPONI , cerquita de Gabo , Bruno y Iazu , era tan asustadiza ! , le rogue al espiritu de Bru que la acompañe.
El , alguna vez , vendra a buscarme ami (ya lo soñe hace años)

UN PERRO HA MUERTO
Mi perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.
Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.

Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz fría.

Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades. 

Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero
que para mí jamás fue un servidor.
Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.

No, mi perro me miraba dándome la atención necesaria
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.

Ay cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas del mar,
en el Invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasando de pájaros glaciales
y mi perro brincando, hirsuto,
lleno de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma.
alegre, alegre, alegre
como los perros saben ser felices,
sin nada más,
con el absolutismo de la naturaleza descarada.
No hay adiós a mi perro que se ha muerto.

Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.
Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.