Lucas, XXIII
Gentil o hebreo o simplemente un hombre
cuya cara en el tiempo se ha perdido; ya no rescataremos del olvido las silenciosas letras de su nombre. Supo de la clemencia lo que puede saber un bandolero que Judea clava a una cruz. Del tiempo que antecede nada alcanzamos hoy. En su tarea última de morir crucificado oyó, entre los escarnios de la gente, que el que estaba muriéndose a su lado era Dios y le dijo ciegamente: Acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino, y la voz inconcebible que un día juzgará a todos los seres le prometió desde la Cruz terrible el Paraíso. Nada más dijeron hasta que vino el fin, pero la historia no dejará que muera la memoria de aquella tarde en que los dos murieron. Oh amigos, la inocencia de este amigo de Jesucristo, ese candor que hizo que pidiera y ganara el Paraíso desde las ignominias del castigo, era el que tantas veces al pecado lo arrojó y al azar ensangrentado. De: El hacedor |
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